El arte de enseñar.

Hay muchas cosas en la vida que requieren de artistas para que se vuelvan mágicas.

Los cuadros requieren de alguien que sepa dejar el corazón en los trazos de colores y los mundos que salen de sus manos.

Hay artistas que a través de las palabras plantan historias, siembran semillas en las vidas de los que las leen y crean con solo el arte de las letras relatos llenos de vida, sentimientos, encuentros.

 

 

También hay artistas que saben amar. De estos hay muchos, aunque normalmente pasan desapercibidos. Porque aman tan bien, que su amor ni siquiera hace alarde.

Se necesita arte también para escuchar, para atender, para ser amigo, pareja, amante. En definitiva, en esta vida hay ocasiones en las que nos volvemos artistas.

Pero hay un arte que es capaz de transformar a las personas, de cambiar vidas, de transformar las desigualdades en oportunidades, de crear personas con sueños, metas, aspiraciones. Y es el arte de enseñar.

¡Qué difícil se vuelve muchas veces! No es lo mismo informar, explicar, transmitir que enseñar. Enseñar supone que el que está enfrente tuya quiere aprender y no sólo memorizar. Quiere hacer suyo lo que le transmites, reflexionándolo, cambiándolo, cuestionándolo. Quiere que lo que enseñes le ayude no únicamente a tener más conocimientos sino a ser mejor.

Y ahí está la clave. La educación no solo debe ir orientada  a la transmisión de unos conocimientos, sino a crear personas capaces de dar lo mejor de si mismas a la sociedad, de sacar los artistas que llevan dentro, de convertirse en su mejor versión.

Hay muchos maestros, pero muy poco artistas de la enseñanza.